jueves, 2 de febrero de 2012

Durante la Presentación del libro ARGOS. 19 CUENTOS TRIPULANTES Cristian Vitale habló de cada relato con la agudeza y sensibilidad que lo caracteriza. Pueden leer aquí sus comentarios.

PALABRAS PLENAS de Carmen Tolosa

Todo es materia en el texto de Carmen. Hasta la Inspiración, que sin embargo escribe con mayúscula, hasta la urgencia, que bien podría llevar el mismo destino gráfico. Pero sobre todo las palabras. Las palabras son tinta en un diario, hijas de papel acunadas por un hombre que llaman Ñandú y también es padre suyo, plenitud, rescate, es decir sogas y camiones de bomberos haciendo emerger del dolor. Por eso las palabras no se inventan. Como la chispa de la piedra de Virgilio, que no nacía de la piedra, sino que salía, se escapaba de ella, como un niño, las palabras emergen, se rescatan también ellas de adentro de un cuerpo-vientre porque existieron siempre, sólo hacía falta frotar piedra con piedra y ser primero una chispa y luego, ya que irá más allá de sí misma, habrá que temerle a un futuro incendio que nunca dejará de ser incierto. Como un viaje en barco a la patria hechicera de Medea.


CIENTO CINCO de María Florencia Di Pietro

Los antiguos sabían dividir bien las aguas, en este caso, en verdad, los fuegos. El fuego que destruye y el fuego que hace nacer. Ambos fuegos alientan el texto de María Florencia. El que prende fuego el pasado y la quietud, es decir la casa, y el que prende en la narradora, quizá gracias a su tía, quizá por azar, quizá por deseo desconocido, quizá por suerte. Pero a estos dos fuegos hay que sumarle un tercero: el fuego que habla. Claro que nosotros los lectores incrédulos, sin la herencia hermosa y la hermosa lírica familiar de la narradora, sospechamos que la que hace hablar a la vela es la narradora, como los habitantes de la Salta de La ciénaga de Lucrecia Martel, que ven la Virgen porque necesitan la divinidad. Pero, claro, también está ese último dato inquietante de la foto previa sacada por la bruja de la tía. Entonces, ante la incertidumbre que define también a este texto y a mi estado incierto después de su lectura, prefiero pensar en un cuarto fuego, el de Julio, que desde el cementerio de Montparnasse ha encendido sin saberlo otro fuego: el que sopla sin pausa adentro de las entrañas del texto de María Florencia.


TELÓN DE FONDO de Noelia Tancredi

Dicen que la literatura erótica debe leerse con una sola mano. Pero cuando la literatura es buena, el libro debe ser tomado con todo el cuerpo. Y este es el caso. Porque el erotismo está trabajado no sólo en su dimensión excitante, que también lo está, sino sobre todo en su potencial estético y psicológico, humano. Porque el narrador se maneja con pericia. Y el lector se queda más que con un cuerpo desnudo de hombre, más que con un vaivén sexual, se queda digo con el tránsito bovárico entre la realidad y la fantasía, entre la mujer y la niña, entre el circo y el almacén de la tía, y como el joven Cernuda, también entre la realidad y el deseo. Y digo bovárico porque Sole es una Bovary pop, que salta o transgrede su realidad permitida entre el Puma Rodríguez y los culebrones de la tele. Y también como Sole, como el texto, el lector se deja llevar por el vaivén de la trama bien tramada. Y también, como Sole, de repente se acuerda de respirar. Digo, cuando sale del texto. Es decir cuando se cierra ese tajo de tela y ficción.


ELLA Y ÉL de Patricia Salgueiro

Un texto sobre la ausencia. Quizá como todo texto. Ambos están en una dimensión ajena al presente de lo real o lo real del presente. Ella porque vive a través y él porque vive en el pasado exacto y quieto. Pero también el texto en su brevedad habla de la significatividad de los hechos, de su peso específico y personal, más que de los hechos en sí, quizá también como todo texto. Porque el relato miente, engaña, cuando cuenta en tercera. El relato está en la más estricta primera persona. La única capaz de entender la magnitud de un encuentro fugaz pero repetido a las seis de la tarde entre un vigilador y una trabajadora de remisería. Tan poderosa es la escena que lo que en el comienzo debe dividirse en párrafos (primero ella y luego él, prolijamente) el final lo resuelve, significativamente, en un par de frases casi copulativas.


BUEN CORAZÓN de Rodrigo Fernández

La historia tiene el color del punto de vista del que se la cuenta. En este caso la historia la cuenta (o la enfoca, mejor) Ramón. Entonces la historia es dolorosa como cualquier milagro roto. El milagro es el de tener al fin un objeto deseado, la ruptura la produce el afuera, el otro, el que, desde la perspectiva del texto, tiene, irónicamente, buen corazón. La cadena rota se erige entonces como metáfora de fracaso, de derrota, de tragedia social. Como aquel niño de Gutiérrez Nájera que por fin consigue un milagroso peso y después resulta que el mostrador de un bar le denuncia su falsedad. La mirada, en ambos casos, es pesimista y por lo tanto dura. La última imagen es la que nos queda: la de una cadena rota y vacía. Aunque la abuela, para leerle también el optimismo, anciana, no para de tejerle un pullover para el invierno.


CINEMATÓGRAFO de Fabia Leoz

“Si hablamos toda la noche fue para no decir nada”, le dice un personaje a otro en Respiración artificial de Piglia. Es que todo Sujeto es tácito. Eso lo entendió bien este texto narrativo-dramático bien hilado por Fabia. Los detalles son importantes porque casi nunca son detalles. Son síntomas, son somatizaciones de un trauma más oscuro, si me permiten la vulgata freudiana. En lo no dicho está la raíz. Y un texto literario es chusma por naturaleza. Avanza sobre las vidas privadas e incluso detrás de ellas para entenderles la sintomatología. Hay verdaderos mundos dramáticos detrás de todo. Claro que al sol nunca hay que mirarlo de frente ni arrimarse mucho, lo supo Ícaro. Por eso Élida y Nelly están hablando de X cuando dicen Y. Y ellas lo saben. Y también el pequeño universo de su entorno. Gracias a Dios que somos lectores de Heminway y de Fabia Leoz. De lo contrario caeríamos en la trampa de creer en la trivialidad. Y en el olvido.


EL MARAVILLOSO MUNDO DE ALICIA de Noemí Palermo

Por fin coincido con alguien (en este caso con un texto) en una cosa, a saber: que el mundo de Alicia es un infierno. Si Lewis Carrol quiso suavizarles la vida a las pequeñas inventándoles ese mundo de frustraciones, desconciertos, burlas y fracasos, el que fracasó fue él, aunque, claro, no el texto. El título de este infierno se llama parecido. Pero este es un infierno menos absurdo, o al menos, más habitual. Las comas que faltan nos ayudan a entender dos cosas: todo lo que a Alicia le falta y su desorden. Alicia, dice el texto, es una reina por fuera pero por dentro le faltan comas. Porque hay dos mundos invertidos. El adentro y el afuera. La calle y la casa. Y digo invertido porque para Alicia salir es entrar. Pero también hay dos mundos en Alicia: a uno lo delinea el rouge, al otro la fiebre. Por suerte existe la literatura para aclararnos que no todo es perfume lo que perfuma.


DESDE EL MUELLE de Mariela Aquino

¿Importa si el trabajador del puerto que una mujer espera ver desde el muelle es el mismo que el trabajador del puerto que está a punto de conocer a su flamante hija? Para la literalidad de la historia sí, porque de ser el mismo, el texto jugaría con las lecturas erróneas (la de ella, que pensó que él podría ser suyo) pero para una lectura más profunda, el dato es indiferente. Se habla de los encuentros y los desencuentros, de las cosas perdidas y las encontradas, de las proyecciones que un sujeto hace sobre otro sujeto, de las suposiciones, de las expectativas, de los mundos creados, de la ficción, en definitiva. El trabajo de montaje es atinado para conocer dos mundos en la escasa simultaneidad que permite el lenguaje. También para sentir el contraste entre los dos mundos y los dos destinos. El final sorpresivo nos exige una relectura. Ahí entendemos más claramente la curiosa semejanza de la diferencia.


DUCHA REMIXADA de Irene Jones

De haber vivido más acá en el tiempo, este texto lo podría haber escrito Silvina Ocampo. No lo habría llamado “Cielo de claraboyas” porque aquí no hay tal transparencia, pero hubiera sabido ver, como lo supo Irene, las posibilidades narrativas de las cámaras de vigilancia que permiten justificar un punto de vista para que la historia sea contada o mirada y por lo tanto fraccionada o distorsionada. También lo podría haber escrito María Luisa Bombal, que sabía de los valores estéticos, simbólicos y narrativos de los vapores y la niebla. Pero lo escribió Irene quizá no hace mucho tiempo. Los recursos técnicos están utilizados al servicio de la belleza, pero también de las pasiones más humanas: los temores, el deseo, las incertezas, el amor, la piedad y el miedo a la muerte. Y un símbolo, los vapores, que vuelven a ser de la mejor literatura.


LA LLEGADA de Victoria Ibarra

Uno lee “La llegada” de Victoria Ibarra y piensa por qué no se llamó “La salida”. Si quien narra, sale. Pero quizá el título sea la clave de una lectura más que interesante. La de dónde se pone la luz. Y la luz está puesta en el tiempo, en la ansiedad del tiempo, en la emoción de ver llegar, en el temor de ver llegar. Sí, la luz está puesta en mamá, pero ¿quién dirige el foco? Porque quizá, pensándolo bien, la historia de un nacimiento contada por quien está a punto de nacer y nace, bien podría llamarse “La luz”. Y es que mamá da a luz, eso es sabido, pero la revelación de este relato es como esas cosas que de tan vistas no se ven. Quiero decir, el texto nos invierte el juego por pura pericia narrativa: no es mamá quien alumbra, quien alumbra es quien nace, quien llega, quien da la luz, como una hermosa pausa.


EL BICHO de Ana Moldero

Hay ciertos animales que ya tienen dueño. El tigre, por ejemplo, es de Borges; la cucaracha y aledaños de Kafka. Por eso se hace difícil la abstracción de ese modelo. Como influencia de lector, no de escritor. Y el lector lee que Gregorio es un bicho una mañana, pero Sebas lo fue toda la vida. Que Gregorio cayó derrotado y Sebas venció, incluso los prejuicios de la familia. Freud decía que uno no le teme a lo extraño sino a lo más familiar. Y vaya si cabe a este relato de Ana. Un bicho es familiar. En la ambigüedad de esa frase (un bicho es familiar) se juega el texto. Y todos somos buenos y compasivos y piadosos y considerados hasta que caemos en la literatura. Ella se encargará de enseñarnos que los bichos están en todos lados. En todas las casas. Que Manuel también, no solo Sebas, y todos alguna vez podríamos llamarnos Gregorio Samsa.


SIETE DÍAS DESPUÉS de Ana Laura Orazi

El abuelo descendió a los infiernos tranquilo. Había dejado parte de sí en otro. Una continuación, una parcial reencarnación, una trascendencia. “En el hijo se puede volver”, decía Hamlet Lima Quintana. Y esto lo sabía el abuelo, que, además, se deja terminar de conocer con un juego consistente en la necesidad de conocer cada espacio por él habitado. Y en cada sitio también habrá algo de él. Incluso, o sobre todo, en el baño. El nieto se acerca a la revelación viendo tantos medicamentos, es decir, advirtiendo o descubriendo una intimidad, como ver comprar a otro preservativos en la farmacia. Una publicación de lo íntimo. Claro que el regalo que le deja el abuelo no ha de ser tan grato. Ya nos lo adelanta la primera línea de este breve relato levemente dantesco: “el juego ya no era gracioso”. Era inevitable, le hubiera contestado el abuelo, que era un sabio hasta para morirse.


RAMONA de Ana Magi

Fue Hitchcock quien tuvo una idea morbosa como la que tuvo la narradora del cuento de Ana. Y sin embargo, a pesar de las semejanzas con la doble vida, la esquizofrenia o la mitomanía, las historias difieren y mucho. Aquí no es una estrategia narrativa para el suspenso o el terror. Aquí se juega en otra cancha. La de lo oculto y bien guardado, la de los secretos herméticos, la de los complejos arcanos que esconde la sencilla vida de pueblo, la de la apariencia y el deseo. Es otra cancha. Y Ramón da pena más que miedo. Es ominoso, sí, si nos detenemos a pensar, pero lleva ternura y compasión. Un espacio simbólico, el altillo, que está arriba pero que bien podría haber estado abajo, muy abajo, en el oculto infierno del deber y la obligada impostura. Pero está arriba, como dicen que está el paraíso. El de la íntima verdad y el deseo modestamente satisfecho.


PALABRAS AL OÍDO de Patricia Irene Chabat

Hay textos que no te permiten hacerte el desentendido. Que te ponen sal en la herida sin preguntar. Y uno sufre y punto. Pero el punto acá, en este caso, es uno que permite otras oraciones, otras frases, otras inscripciones. Porque todo texto está situado, igual que todo lector. Y hay ficciones que recuerdan tanto a la realidad que un poco se nos mezclan. Este mar no es el mar de Neruda ni el de Virgilio. Es el mar nuestro de cada día. El que a veces calla y a veces habla. Lo terrible es que cuando calla no deja de hablar. Es decir, que hable o que no, sabemos cuál es su frase. Pero Carla heredó quizá con los ojos y el carácter la fortaleza utópica de sus padres. Y sabe cómo cambiar el mundo. Al menos el de ella y el de su abuela. Y cómo va a ser si no con una frase. Una que contradiga la semántica histórica del mar. Una que, de tan ficción, lo más probable es que sea cierta.


OMINOSO de Hernando Rodríguez

Sobre gustos no hay nada escrito, dice una de las mentiras más grandes de la historia. Hay hasta una ciencia llamada Estética para hablar de ellos. Pero hay, sobre todo, mucha literatura que habla de gustos. Bien leída, claro. Por ejemplo “Ominoso”, de Hernando Rodríguez, habla de gustos. O, mejor, de lo caprichoso de los gustos, de su aparente arbitrariedad. ¿Cómo puede ser que al narrador le guste el olor del fétido Río de la Plata? ¿Cómo puede ser que un general-presidente exalte tanto a su padre? ¿Cómo puede ser que un hijo siga eligiendo un barrio en el que su padre asesinó injustamente a un hombre? ¿Cómo puede seguir eligiendo Ensenada? Es cierto, no hay respuesta. O al menos no está escrita. Es que la literatura es tan personal, tan íntima, tan entrañable. Quizá por eso haya cosas que no se compartan. Me gusta y listo es la respuesta. De todos modos, el lector, como individuo que es y como historia personal que tiene, algo sospecha. Entonces me contradigo, es cierto: sobre gustos no hay nada escrito. Porque no hace falta.


¿Y POR QUÉ NO PARÍS? de Evangelina Caro Betelú

¿Quién hace la pregunta que titula el relato? ¿Quién desea París? ¿Quién desea parir? No lo sabemos. Pero sabemos algo. Hubo alguien que parió y hubo alguien que cambió Casablanca por París. Esa persona es Julia Carballo, que parió a Marcela Reincke, que parió a Lolo, es decir Paris. Es una cuestión de entrepiernas, si se quiere. Esa entrepierna por donde sale el cálido pis, esa entrepierna por donde se funda una mítica París, acá en La Plata. La entrepierna que quizá no sea una causa noble pero que acaso no sea menos justa. Porque sus padres murieron en Casablanca, con el gesto adusto de la búsqueda de justicia. Y Marcela ya no soporta a Julia Carballo. Ha llegado a un límite de dolor del que sólo la saca el placer de Lolo y las mariposas y el perro con el que dialoga. Entonces se aborta y nace. La sintaxis desprolija la desnuda a Marcela, le muestra el caos. Y la risa le marca un ritmo, un leitmotiv que bien mirado también la desnuda, quizá por contraste o por negación o por hartazgo. Porque ninguno de los jajaes se parece al anterior. Son progresivamente escondedores, progresivamente paradójicos, progresivamente tristes. Porque hay dos maneras de sangrar. La que eligió Marcela suena a risa.


TAUBE de Milena Giudice

Un narrador, ahora lo sé, después de leer “Taube”, de Milena Giudice, nunca puede creerse del todo omnisciente, ni omnipotente, ni omnímodo. Por más que cuente la historia. Un dios tampoco, por más borgeano que sea. Y eso porque existe el camino de Nietzsche, el de Breton, el de Picasso, incluso el de Dora. Las ideas no se matan, parece quejarse el narrador perverso y déspota, los pinceles tampoco. Como ningún crimen lo es, tampoco ninguna manipulación. Algo se le escapa a los hijos que nacieron de un huevo de serpiente que puso Bergman. Otro que anduvo por el camino de Nietzsche. Y ese pájaro del final. Tan blanco y simbólico en manos de una niña a la que le estaban escamoteando sobre todo ese ave. Además de la belleza del relato, de la erudición sin vanidad, salgo de aquí con una confirmación. El buen arte siempre, de un modo u otro, incluso el relato de Milena, pinta el mismo cuadro: una niña con paloma.


RUMBO AL ZÓCALO de Loreley Baumann

¿Qué hace un poeta metido a narrador? Poesía. En el más forzado de los casos, hará algún tipo de poesía narrativa. Pero siempre su voz será lírica. Dirá: “una tras otra vez”, ¿por qué?, porque le sonará mejor así. Dirá en otro dudoso castellano: “ya estoy cuerpo junto”, ¿por qué?, por el capricho de la subjetividad. Le faltarán o le sobrarán puntos, sangrías, comas. ¿Por qué? Porque la subjetividad aquí lo es todo. Porque hay un “mi mundo” que quedó sellado a fuego hace mucho mucho tiempo. Aunque en realidad no hay tiempo, por eso no hay narración. Es que el texto está en otro lado. Hay que ir a buscarlo a las imágenes de unos libros sobre las rodillas peladas de una niña, al desengaño de saber que las cúpulas sirven para dejar entrar la luz solar y no para ver la lluvia desde abajo, a los berrinches con la gravedad. Porque el sujeto de este texto no tolerará nunca la gravedad. ¿Por qué?, porque ha sido fijada por otro. Y acá cuenta la mirada propia, los caprichos de la mirada propia. Hay magia en este mundo porque hay niñez en este mundo. Pero lo más importante. Hay un mundo. Un “mi mundo”. Y, si bien se nos deja espiar, como en todo buen poeta, ese mundo es privado, apenas invisible.


UNA VEZ SALIERON de Francisco Bariggi

Entre otras cosas, la literatura nos permite ver el mundo desde otro lugar. Es decir, verlo por primera vez. Pero para eso hay que correrse de los imaginarios instalados y construir uno propio, privado. Pienso que es una buena forma de cerrar un libro, que fue un viaje, con otro viaje. El primero de los viajes, el del libro, va a una tierra desconocida en busca de una piel de oro de carnero, el segundo también. El primero es protagonizado por un hombre valiente que debe cruzar el peligroso mar indómito, el segundo también. El primero es colectivo, el segundo también. Pero, claro, el viaje de este relato dura cien días; días de sol, de aire puro, de exaltación de los sentidos, de novedad, de expectativa, de esperanza y de temores, de nupcias y cuerpos desnudos. El viaje del libro no sabemos cuánto durará. Lo que sí sabemos es que ya empezó. Y lleva buena tripulación.

lunes, 30 de enero de 2012


ARGOS. 19 CUENTOS TRIPULANTES
PRÓLOGO

Estos relatos tienen un origen: el de la palabra compartida. Eso es un Taller de Escritura o al menos eso es ARGOS. Allí se gestaron estos textos que hoy buscan lectores. Cada uno de estos escritores, llegó al taller para contar una historia y se terminó escribiendo a sí mismo. Porque al arte uno se acerca con timidez y el arte termina traspasándonos, impregnándonos.

Antes de presentar el libro, me gustaría contar cómo surgió. Hace años, recién salida de la facultad, con un pesado título de Profesora a cuestas, quise tener un espacio para que la gente leyera y escribiera porque amaba hacerlo (yo siempre había amado escribir y leer). Así surgió ARGOS y al poco tiempo ya no estuve sola en este proyecto, se me unió gente maravillosa del cine, de la filosofía, de las artes, gente que compartía con pasión su saber. El Taller de Escritura de ARGOS lleva más de 10 años surcando aguas platenses. Los textos que aquí leerán están escritos en el taller, por gente que se ha atrevido a navegar. Durante mucho tiempo, esta gente guardó borradores en carpetas que sobrevivieron mudanzas, nacimientos, muertes, inundaciones, garabatos y vaya uno a saber cuántos monstruos marinos más. Hoy esos borradores se transformaron en cuentos y tienen el olor del libro, la textura del papel. Yo sólo los invité a subir a mi barco y ellos soltaron amarras: las casillas de correo se llenaron de propuestas para el título, de mensajes de agradecimiento, me cambiaste el fin de año, ahora puedo decir que soy escritor, por fin me animo, me muero si quedo fuera. Y también de dudas, si bajara Cortázar para decirme si sirve… No hubo días ni noches para los que empezaron a corregir, a revisar, a reescribir, hasta que estuvieron listos para salir a bailar. Ese era mi deseo, invitarlos a ARGOS, mi habitación propia, para que encuentren palabras para transformar y transformarse.

El libro ARGOS. 19 CUENTOS TRIPULANTES es una creación colectiva en la que cada cuento marca un rumbo. Es por eso que los relatos no están ordenados alfabéticamente. Todos tienen un lugar pensado para ellos y por ellos, y construyen un itinerario de lectura que los define.

Es así que el libro tiene un autoprólogo, o sea una partida que a su vez es un relato y un manifiesto, el de la necesidad de ser palabra, de ser Verbo.

En el primer trayecto probamos que el Otro está ahí para completar sentidos y entonces asistimos al amor, al erotismo, al encuentro.

La siguiente escala conduce a las miserias que nos construyen tanto como a los dones que poseemos.

Todas son opciones: si arriamos velas encontraremos lo inevitable de la muerte, pero también la posibilidad de que ella nunca llegue.

Este libro también prevé la pausa, que por supuesto será una autopausa. Un texto que nos confronta con el origen y nos propone volver a empezar.

Y allí está entonces la profundidad de lo íntimo, lo familiar, los secretos que se ocultan por pudor, por vergüenza o tal vez sólo por la voluntad de jugar con ellos.

Todo nos construye pero el camino de reconocer quiénes somos no es sencillo. Eso intentan hacer los personajes antes de avistar tierra. En esta etapa se filtró un relato mío, porque me siento también tripulante.

La última parada no es un final, es un autoepílogo que le contagia al libro las ansias de prolongarse por cientos de años, de generación en generación, como la humanidad se contó a sí misma.

En definitiva, todo este libro es un deseo, de hacerse escuchar, de ser leído, de construir y construirse. Aunque con decir que es un deseo, es suficiente.

Evangelina Caro Betelú, Diciembre de 2011


El 16 de diciembre de 2011, en la Sala Polivalente del Pasaje Dardo Rocha presentamos el libro ARGOS. 19 CUENTOS TRIPULANTES. Editorial Vuelta a Casa. Estos cuentos fueron escritos en el Taller de Escritura de ARGOS CULTURAL, coordinado por Evangelina Caro Betelú. Cada relato invitará al lector a trazar su propio mapa de sentidos y a colaborar con sus autores en el viaje de contar y contarse. Los cuentos fueron escritos por: Ana Laura Orazi, Ana Magi, Ana Moldero, Carmen Tolosa, Evangelina Caro Betelú, Fabia Leoz, Francisco Bariggi, Hernando Rodríguez, Irene Jones, Loreley Baumann, María Florencia Di Pietro, Mariela Aquino, Milena Giudice, Noelia Tancredi, Noemí Palermo, Patricia Irene Chabat, Patricia Salgueiro, Rodrigo Fernández y Victoria Ibarra

lunes, 6 de julio de 2009

Bienvenidos

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