lunes, 30 de enero de 2012


ARGOS. 19 CUENTOS TRIPULANTES
PRÓLOGO

Estos relatos tienen un origen: el de la palabra compartida. Eso es un Taller de Escritura o al menos eso es ARGOS. Allí se gestaron estos textos que hoy buscan lectores. Cada uno de estos escritores, llegó al taller para contar una historia y se terminó escribiendo a sí mismo. Porque al arte uno se acerca con timidez y el arte termina traspasándonos, impregnándonos.

Antes de presentar el libro, me gustaría contar cómo surgió. Hace años, recién salida de la facultad, con un pesado título de Profesora a cuestas, quise tener un espacio para que la gente leyera y escribiera porque amaba hacerlo (yo siempre había amado escribir y leer). Así surgió ARGOS y al poco tiempo ya no estuve sola en este proyecto, se me unió gente maravillosa del cine, de la filosofía, de las artes, gente que compartía con pasión su saber. El Taller de Escritura de ARGOS lleva más de 10 años surcando aguas platenses. Los textos que aquí leerán están escritos en el taller, por gente que se ha atrevido a navegar. Durante mucho tiempo, esta gente guardó borradores en carpetas que sobrevivieron mudanzas, nacimientos, muertes, inundaciones, garabatos y vaya uno a saber cuántos monstruos marinos más. Hoy esos borradores se transformaron en cuentos y tienen el olor del libro, la textura del papel. Yo sólo los invité a subir a mi barco y ellos soltaron amarras: las casillas de correo se llenaron de propuestas para el título, de mensajes de agradecimiento, me cambiaste el fin de año, ahora puedo decir que soy escritor, por fin me animo, me muero si quedo fuera. Y también de dudas, si bajara Cortázar para decirme si sirve… No hubo días ni noches para los que empezaron a corregir, a revisar, a reescribir, hasta que estuvieron listos para salir a bailar. Ese era mi deseo, invitarlos a ARGOS, mi habitación propia, para que encuentren palabras para transformar y transformarse.

El libro ARGOS. 19 CUENTOS TRIPULANTES es una creación colectiva en la que cada cuento marca un rumbo. Es por eso que los relatos no están ordenados alfabéticamente. Todos tienen un lugar pensado para ellos y por ellos, y construyen un itinerario de lectura que los define.

Es así que el libro tiene un autoprólogo, o sea una partida que a su vez es un relato y un manifiesto, el de la necesidad de ser palabra, de ser Verbo.

En el primer trayecto probamos que el Otro está ahí para completar sentidos y entonces asistimos al amor, al erotismo, al encuentro.

La siguiente escala conduce a las miserias que nos construyen tanto como a los dones que poseemos.

Todas son opciones: si arriamos velas encontraremos lo inevitable de la muerte, pero también la posibilidad de que ella nunca llegue.

Este libro también prevé la pausa, que por supuesto será una autopausa. Un texto que nos confronta con el origen y nos propone volver a empezar.

Y allí está entonces la profundidad de lo íntimo, lo familiar, los secretos que se ocultan por pudor, por vergüenza o tal vez sólo por la voluntad de jugar con ellos.

Todo nos construye pero el camino de reconocer quiénes somos no es sencillo. Eso intentan hacer los personajes antes de avistar tierra. En esta etapa se filtró un relato mío, porque me siento también tripulante.

La última parada no es un final, es un autoepílogo que le contagia al libro las ansias de prolongarse por cientos de años, de generación en generación, como la humanidad se contó a sí misma.

En definitiva, todo este libro es un deseo, de hacerse escuchar, de ser leído, de construir y construirse. Aunque con decir que es un deseo, es suficiente.

Evangelina Caro Betelú, Diciembre de 2011

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